jueves, 17 de mayo de 2012

What I do and what I am about

Since 2004 I have been involved in half a dozen newspaper launches around the world, both planning and executing the birth (or rebirth) of these publications. I have also visited a couple of dozen more newsrooms in several countries, being able to dig deep into how they go about doing their work. In the past few years, much of my work has been focused on figuring it how can so-called legacy companies navigate the new digital waters. From ‘integrations’ to ‘digital strategies’, I’ve invested a lot of time in finding the best way for traditional companies to make a transition to the new platforms. I still believe in numbers. I think news coverage requires resources. There’s definitely a business model problem for news organizations, which is mostly global. But my main concern is the lack of ability of new and old news organizations to confront the constant challenges the new digital ecosystem brings, the answer to the question: “What is our role in this new environment”. Part of that is a lack of clarity in their editorial missions. What are we? What will we cover? What won’t be cover? In this new reality – with income in short supply and a 24/7 news cycle that can devour any amount of content – it is not about being everything to everyone but about making tough choices based in what your core audience and competencies are. Sounds simple, but is it? My time at Stanford began searching for a specific, viable project. I wanted to launch “something”, a product or tool. But my prior experience had been that with a lack of tech expertise, being bogged down in a programming feat for 9 months – without me actually developing or programming – would be a waste of my time. The approach was to talk to whoever was willing to give me 5 minutes of their time. But Silicon Valley is a technology hub, not a media or news hub. So my effort was aimed at learning what I could from the energy, creativity and innovation in the area and try to apply it to established or new media companies. At the end of the fellowship I had a fairly broad framework of what a thought a “publication” of today should be like, defining publication in its broadest terms: an editorial voice distributed through multiple content platforms, in multiple formats. The conceptual image I used to develop this framework was that of “fluid news:” information that should take the shape and size the consumer is asking for, based on information consuming patterns. This is not an SEO-driven content approach; is working with the reader to inform them based on their needs and wants, times and consumer patterns, and, also and more importantly, on what they don’t know they don’t know that might enrich their daily life or their understanding of the world. On the ground, having a multiplatform, multimedia operation has specific requirements. Among them is a comprehensive content management system (CMS) that allows for seamless distribution and publication of a news organization’s content in all its platforms, in a two way-street that allows print to also publish what has been uploaded to the web or mobile first. It also requires new work flows, processes, positions, spaces, and equipment. Multidisciplinary work is not only necessary but obligatory. But most importantly, media companies have to adapt to new realities faster, adopting a new early-adoption, quick prototyping mentality that allows failure and lots of trial and error. With so many free digital platforms out there, there is no reason not to. The presentation on this website includes the different elements of the framework, a broad explanation of the concept behind it (fluid news) and a list of the qualities I consider that any publication (in its broader definition) in 2010 and going forward should have. Beyond the list of ideas and concepts, I have funded an innovation and digital journalism agency to help media companies around the world incorporate these ideas and attitudes into their daily work. Rest of the World Media aims to breach the gap between tech and news by assisting journalists in that difficult transition from tradition to the new digital realities of today.

viernes, 16 de marzo de 2012

Mis impresiones de SXSW Interactive 2012

Por primera vez pongo a votación una entrada de este blog y, afortunadamente , he recibido la luz verde de ustedes para hacerlo. El interés tiene pies, dicen. Y me interesa mucho contar cosas.
Es la cuarta vez que asisto a South by Southwest (SXSW, o South By). Como pocas conferencias, asistir da un sentido de pertenencia especial. En innumerables ocasiones escuché la pregunta: ¿Es tu primer SXSW? Ser especial entre 25,000 personas es, digamos, poco especial.
El enfoque en medios interactivos (hay otros dos: música y cine), es ya, con mucho, el imán más grande – aunque música sigue siendo el más tradicional y prestigioso. En 2008 la sección digital ocupaba únicamente el centro de convenciones de la ciudad. La semana pasada estuvo desperdigada por más de 10 locaciones. Bajo la intensa lluvia.
Mi primera experiencia en la conferencia estuvo llena de asombro. Muchos de los términos, tecnologías y empresas me eran desconocidos. Ahí escuche por primera vez hablar de Ruby on Rails, Drupal, Joomla, APIs y de una incipiente plataforma llamada Twitter. Aquí mis impresiones sobre un panel de tecnología "inalámbrica".Ese año, en una gigantesca sala a tope, escuché hablar a Mark Zuckerberg, sesión famosa porque la mitad de la audiencia se salió antes de terminar. La entrevistadora, amiga o confidente del CEO de Facebook, hartó a los asistentes con sus preguntas inocuas. El CEO de Facebook tenía 23 años. Aquí comento algunas observaciones, incluyendo el afán de las plataformas de confundir aculturación e internacionalización con traducción.
Y aquí mi resumen de SXSW 2009.
En 2012 hubiese sido inconcebible que una charla de Zuck – como le dicen sus fans – se vaciara. Mi percepción es que los asistentes de ahora persiguen a las marcas registradas, a lo conocido y famosa. Se abalanzan por los regalos – camisetas, plumas, libretas – y persiguen las fiestas, mucho más prominentes que hace unos años.
Esto no sería importante si no fuera por el hecho de que determinar los paneles y conferencia como un concurso de popularidad le da todo el foco a las marcas famosas, en detrimento de las nuevas tecnologías, ideas y empresas. Mi mayor queja este año no es el tamaño de la conferencia ni las multitudes, sino que no me enseñó nada, mucho menos me sorprendió.
Por un lado, la falta de sorpresa confirma que estoy informado y actualizado. Pero más bien indica que SXSW ya no es un lugar de descubrimiento indie, sino un destino main stream.
Este año, tuve el honor y placer, por segundo año consecutivo, de participar en un panel. Hablé, junto con otro cuatro panelistas, sobre la importancia de entender y atender a las necesidades de la audiencia: a lo que quiere y necesita saber. Tecnológicamente, es un reto complicado y emocionante, porque combina el análisis de comportamientos, de intereses y de elementos desconocidos como las noticias del minuto. Hablamos de recomendaciones sociales, algoritmos y la flexibilidad para estar preparados para cambios futuros en los gustos y comportamientos de nuestra audiencia.
Irónicamente, la conferencia que más me gustó fue la de Billy Corgan, cantante de los Smashing Pumpkins. Habló de la importancia de que los fans se responsabilicen de su admiración y que apoyen con acciones concretas – comprar música – a los artistas que admiran. Un concepto que me pareció muy transferible al periodismo: es momento ya de que los lectores, la audiencia, se comprometa con los medios y se olvide de que podrán sobrevivir si siguen dando gratis sus contenidos. Soy promotor de la red abierta porque creo que la información debe estar disponible para todos, pero también creo que la gente – desde el lector hasta el anunciante – debe asumir parte de la responsabilidad de la supervivencia de los medios de información. Gracias a un músico indie, de los 90.

lunes, 2 de enero de 2012

¿Quién hace el trabajo de informar?

Como algunos sabrán, me gusta observar la industria de los medios en varios países. He trabajado en proyectos en Europa, Latinoamérica y el mundo árabe. Cuando la gente me pregunta cómo hago para entenderme y entender lo que hacen estos periodistas, contesto que el periodismo no es tan diferente. Los errores y deficiencias son similares: notas de una sola fuente, basadas en conferencias o comunicados de prensa, sin contexto, narrativa o color. Mucho del día, poca proyección y análisis.
Este tipo de periodismo puro – diarismo, como le dicen algunos—es uno de los clavos en el ataúd de la industria. No es original, no informa, no es novedoso, no es interesante y, mucho menos, necesario. Es justamente el tipo de periodismo que pueden hacer “ciudadanos” en las redes sociales.
Uso comillas en la palabra ciudadanos porque aceptar el concepto de periodismo ciudadano sin dar la lucha desde el profesionalismo me parece no solo irresponsable, sino un tanto naive. Confieso que la idea de participar con la audiencia para cubrir pequeños y grandes temas es emocionante. Pero entender este fenómeno como sustituto del profesionalismo – como he leído en incontables ocasiones – es peligroso e ignorante.
He dicho muchas veces que hacer buen periodismo es difícil. Lo es porque el periodismo que vale la pena, el que desenmascara información que algunos no quieren que vea la luz, significa entrar en conflicto con alguien. Pero aún el periodismo menos combativo, el de tendencias, explicaciones o análisis requiere poner en balance información contradictoria y explicar temas complejos de la manera más simple posible.
El periodista hace ese trabajo: hace las llamadas, cuestiona las contradicciones, le da sentido al caos. No significa que seamos más inteligentes que los demás. Simplemente tenemos la INTENCIÓN de hacerlo. Nos hemos comprometido a hacerlo. Ese es nuestro trabajo, no el de ellos. Para hacer periodismo, debe existir esa intención. Sin ella, nos limitamos a ser observadores o testigos.
La diferencia entre un testigo y un periodista, creo, es el contexto. Poner las cosas en contexto les da relevancia – o se las quita, en su totalidad. Es un equilibrio difícil, poco científico, que tiene que ver con el número de personas, instituciones o comunidades que se ven afectadas o están interesadas por un tema. Pero también tiene que ver con la historia detrás de la noticias, los sucesos que provocaron un resultado específico, que explican hasta cierto punto por qué pasan las cosas.
Cuando alguien tuiteó en vivo la operación en la que comandos de EEUU dieron muerte a Osama Bin Laden en Pakistán, muchos entusiastas saltaron a usarlo como ejemplo de periodismo ciudadano. Por el contrario, ese evento confirma la que estoy argumentando: el testigo describió una serie de ruidos que no supo definir. Le extrañó el sonido de un helicóptero y una explosión, sin entender o explicarse lo que sucedía. Por sí solos, esos tuits no informan, fueron meros comentarios en una red social. Pero puestos en contexto confirman que esa persona fue testigo de la operación. Y el contexto lo dieron los periodistas informados, que sabían dónde buscar a un posible testigo de una operación delicada y secreta.
Esa relación entre testigos y prensa ha cambiado radicalmente. Por eso, ese-pseudo periodismo que repite lo que dicen otros, sin sintetizarlo, analizarlo y entenderlo, no tiene cabida en esta época. Los testigos ya tiene las herramientas necesarias para difundir lo que han observado. A esas observaciones, los prefesionales deben darle forma y sentido. Porque somos los periodistas profesionales los que seguimos aceptando trabajar en Navidad y Año Nuevo, cuando los otros ciudadanos que no tienen la intención de informar descansan con sus familias en la playa.